Se impone la realidad. Mi mujer vuelve al trabajo, y en julio el peque debe marchar a la guardería, aunque marchar no es la palabra exacta porque aún no sabe andar. Bueno, las obligaciones, el día a día y la gris realidad se van imponiendo poco a poco. Cada vez esto deja de ser una familia especial para pasar a ser otra más, sin diferenciación y sin gracia.
A partir de septiembre estaremos ya domesticados, e iniciaremos la temporada con unas rutinas de reloj tremendamente pre-establecidas. Cada vez menos tiempo para la improvisación, nulos momentos para la creatividad… tic tac tic toc… a bailar al son de las agujas del reloj. Otro paso adelante más en la civilización de Zaloette, otro paso atrás en sus expectativas.
Noticias buenas de momento, la posibilidad del teletrabajo, asunto que ansío con todas mis ganas, pues evitaría llevar al peque a la guardería (me parece nefasto llevar a un bebé de 1 año a una cárcel infantil), nos desharíamos de un coche (odio los automóviles), y plantearíamos en serio salir de esta mierda de ciudad.
En definitiva, mucha mierda.