En unos días y si Dios quiere estaremos de nuevo disfrutando de mi época favorita del año, la Navidad. Sé que para muchos, mi mujer sin ir más lejos, estos días festivos no son motivo de alegría, pero para mí siempre han representado ilusión, renovación y felicidad.
Desde pequeño la Navidad significó un momento de compartir con la familia, de regalos, de visitas amigas, de esperanza y de paseos. Recuerdo contar los días esperando la llegada de los Reyes Magos, la cena de Nochebuena en la que mi tío Luis se adelantaba a todos diciendo que Papá Noel había llegado a su casa y ya tenía nuestros juguetes y cómo tras descubrir el truco, mi madre nos dejaba entrever dónde se encontraban nuestros regalos, sin que mi padre supiera.
La Noche de Reyes era mágica, y en algún modo lo sigue siendo. Era mágico irte a la cama, y amanecer temprano con todo el salón lleno de juguetes, las luces del árbol y el Belén encendidas, las zapatillas vacías de caramelos y el gran circuito de Scalextric en marcha, con mi padre haciendo su estreno.
Ahora intento mantener esa misma ilusión con mi hijo y transmitirle el espíritu de la Navidad que quizás sea sólo un sueño, pero uno del que prefiero no despertar. Tengo 43 años pero quiero mantener la inocencia de mi infancia, la ilusión de un niño y la locura de un adolescente, esa mezcla de ilusión, inexperiencia e inmadurez que todo parece conseguirlo.
Desde ya, os deseo una Feliz Navidad.
Antonio
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