Desde hace muchos años disfrutamos de fantásticas “infra-infraestructuras” en España. Las tremendas inversiones realizadas en las décadas de los 60 y posiblemente 70 (demostradas obsoletas y amortizadas unos pocos años después) nos han llevado a disponer de todo lo más “infra” que uno pueda imaginar dentro del escenario europeo en cuanto a infraestructuras se refiere.
Conozco unas cuantas de estas infraestructuras inferiores donde la seguridad es un concepto desconocido y la calidad brilla por su ausencia, pero por conocida y utilizada por mí, destaco una de las más inferiores, que no es otra que nuestra querida N-I, ahora reinventada (aunque sigue disponiendo de la misma “infracalidad” de materiales) como A-I (la misma mierda con diferente collar autonómico que habrá hecho las delicias de las tropecientas regiones que luchan día a día por su autonomía).
Esta ruta es un error desde su primer kilómetro y así querría compartir contigo, querido usuario de Internet y posible víctima de la A-I algunas de las cualidades que hacen de esta “autovía” algo parecido al túnel de la bruja.
Es muy importante reseñar que en ningún país europeo de los que conozco (léase Alemania, Portugal, Suecia, Francia, Bélgica, Holanda, …) he sufrido estas atrocidades. Quizás debería visitar Grecia, Lituania, Letonia o Estonia para apreciar nuestras “infra-infraestructuras”, pero creo que no me encontrarán Uds. en el corto plazo en estas regiones del planeta.
En primer lugar, destaco como burrada estructural la existencia de innumerables posibilidades de incorporación que cada terreno agrícola, pequeña y cutre parcela medianamente urbanizada y casi cualquier ridículo pueblo tiene a la gran A-I desde su camino de tierra. Son estas, incorporaciones que no disponen ni siquiera de un carril de aceleración que permita a los dueños de las citadas “cutreces” incorporarse sin jugarse la vida y sin lo que más me importa, jugar con la mía propia y la de los míos, pues sinceramente la muerte de estos “paletos” me importan tres cojones.
Considero segunda burrada estructural, por orden de frecuencia de aparición, la dilatación y encogimiento de carriles de forma absurda y mal anunciada. Así, la vía A-I se encoge y estira según deseo del diseñador de turno, y pasa de 3 carriles a 2, de 2 a 4, de 4 a 3, y así todo el trayecto, habiendo sido ya testigo de algún accidente a causa de esta genial y creativa característica.
La siguiente burrada destacable que viene a mi calenturienta mente es la cantidad de límites de velocidad anunciados, que me llevan al desconcierto total y hacen del hecho de conocer el límite real (120, 80, 40, ahora 80, otra vez 100, sube a 120) que impera en cada tramo de este camino de cabras una auténtica arte adivinatoria.
¿Más burradas? Alguna queda, y quedará en el tintero pero esa no la olvidaré jamás, y hace referencia a la cantidad de baches, auténticos boquetes que parecieran provocados por artillería aérea y parches varios que nuestros pocos y paletos obreros elaboran con gran desidia a juzgar por los resultados. ¿Adivinan en qué región europea nos vemos obligados a cambiar de neumáticos con cada vez mayor frecuencia? ¡Bingo! España es el mayor comprador de las Bridgestone, Pirelli, Firestone, Michelin y otras similares. Estas primeras marcas utilizan nuestros caminos pedregosos como prueba de stress de sus materiales.
Y por último por hoy, pero no por ello de menor importancia o mayor calidad en su ejecución, hablaré de los últimos carteles incorporados, que espero estoy seguro los Gobiernos venideros indultarán cual Toro de Osborne en 50 años, pues no he visto gilipollez parecida en ningún país medianamente civilizado, y que no son otros que los carteles que ayudan a subir nuestras probabilidades de encontrar la muerte y reducen nuestra moral hasta límites insospechados anunciándonos que los próximos 1,8km son considerados puntos de concentración de accidentes, anuncio ante el cual imagino una gran pila de coches hostiados y en plena combustión. ¿Por qué estos carteles cuando nuestras cunetas son fértiles en crucifijos, cruces, floreros y fotos, recordando anteriores héroes hostiados?
Finalizo aquí esta redacción, palabra, pero antes permítanme añadir otro punto de indignación y desfachatez que hace que la vena que atraviesa mi cuello se hinche hasta límites inhumanos cada vez que veo esos carteles que confirman que estoy recorriendo una carretera del Estado Español, del tipo “Aquí Invierte el Gobierno de España” o “Carretera del Estado”. ¿Cómo olvidar que esa carretera pertenece a este digno país de sufridores? ¿Creen que mi odio y rencor hace sencillo el olvido? ¡Qué vergüenza y qué valor anunciarse como promotor de tamaña vía pecuaria!
Un abrazo,
Conozco unas cuantas de estas infraestructuras inferiores donde la seguridad es un concepto desconocido y la calidad brilla por su ausencia, pero por conocida y utilizada por mí, destaco una de las más inferiores, que no es otra que nuestra querida N-I, ahora reinventada (aunque sigue disponiendo de la misma “infracalidad” de materiales) como A-I (la misma mierda con diferente collar autonómico que habrá hecho las delicias de las tropecientas regiones que luchan día a día por su autonomía).
Esta ruta es un error desde su primer kilómetro y así querría compartir contigo, querido usuario de Internet y posible víctima de la A-I algunas de las cualidades que hacen de esta “autovía” algo parecido al túnel de la bruja.
Es muy importante reseñar que en ningún país europeo de los que conozco (léase Alemania, Portugal, Suecia, Francia, Bélgica, Holanda, …) he sufrido estas atrocidades. Quizás debería visitar Grecia, Lituania, Letonia o Estonia para apreciar nuestras “infra-infraestructuras”, pero creo que no me encontrarán Uds. en el corto plazo en estas regiones del planeta.
En primer lugar, destaco como burrada estructural la existencia de innumerables posibilidades de incorporación que cada terreno agrícola, pequeña y cutre parcela medianamente urbanizada y casi cualquier ridículo pueblo tiene a la gran A-I desde su camino de tierra. Son estas, incorporaciones que no disponen ni siquiera de un carril de aceleración que permita a los dueños de las citadas “cutreces” incorporarse sin jugarse la vida y sin lo que más me importa, jugar con la mía propia y la de los míos, pues sinceramente la muerte de estos “paletos” me importan tres cojones.
Considero segunda burrada estructural, por orden de frecuencia de aparición, la dilatación y encogimiento de carriles de forma absurda y mal anunciada. Así, la vía A-I se encoge y estira según deseo del diseñador de turno, y pasa de 3 carriles a 2, de 2 a 4, de 4 a 3, y así todo el trayecto, habiendo sido ya testigo de algún accidente a causa de esta genial y creativa característica.
La siguiente burrada destacable que viene a mi calenturienta mente es la cantidad de límites de velocidad anunciados, que me llevan al desconcierto total y hacen del hecho de conocer el límite real (120, 80, 40, ahora 80, otra vez 100, sube a 120) que impera en cada tramo de este camino de cabras una auténtica arte adivinatoria.
¿Más burradas? Alguna queda, y quedará en el tintero pero esa no la olvidaré jamás, y hace referencia a la cantidad de baches, auténticos boquetes que parecieran provocados por artillería aérea y parches varios que nuestros pocos y paletos obreros elaboran con gran desidia a juzgar por los resultados. ¿Adivinan en qué región europea nos vemos obligados a cambiar de neumáticos con cada vez mayor frecuencia? ¡Bingo! España es el mayor comprador de las Bridgestone, Pirelli, Firestone, Michelin y otras similares. Estas primeras marcas utilizan nuestros caminos pedregosos como prueba de stress de sus materiales.
Y por último por hoy, pero no por ello de menor importancia o mayor calidad en su ejecución, hablaré de los últimos carteles incorporados, que espero estoy seguro los Gobiernos venideros indultarán cual Toro de Osborne en 50 años, pues no he visto gilipollez parecida en ningún país medianamente civilizado, y que no son otros que los carteles que ayudan a subir nuestras probabilidades de encontrar la muerte y reducen nuestra moral hasta límites insospechados anunciándonos que los próximos 1,8km son considerados puntos de concentración de accidentes, anuncio ante el cual imagino una gran pila de coches hostiados y en plena combustión. ¿Por qué estos carteles cuando nuestras cunetas son fértiles en crucifijos, cruces, floreros y fotos, recordando anteriores héroes hostiados?
Finalizo aquí esta redacción, palabra, pero antes permítanme añadir otro punto de indignación y desfachatez que hace que la vena que atraviesa mi cuello se hinche hasta límites inhumanos cada vez que veo esos carteles que confirman que estoy recorriendo una carretera del Estado Español, del tipo “Aquí Invierte el Gobierno de España” o “Carretera del Estado”. ¿Cómo olvidar que esa carretera pertenece a este digno país de sufridores? ¿Creen que mi odio y rencor hace sencillo el olvido? ¡Qué vergüenza y qué valor anunciarse como promotor de tamaña vía pecuaria!
Un abrazo,
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