Necesito viajar para escribir, absorbiendo imponentes escenarios, cálidos momentos, pintorescos paisajes y callados sonidos que me otorguen la capacidad suficiente para poner a trabajar a mi indecisa musa, embrión de mi humilde creatividad.
Mi escritura parte de una base de tiempo robado, la mayoría de las veces descuidado a otras actividades que a su vez son frecuentemente impuestas, y que cumplo quizás en parte por no salirme del guión que adivino preestablecido desde mi nacimiento y por el sentimiento de seguridad que me otorga su realización, al caminar por sendero conocido y no disponer del suficiente valor para emprender el mío propio, como he confirmado en una de las decenas de lecturas que realizo mensualmente (el tiempo que me permite la biblioteca de la ciudad donde resido).
Adoro la lluvia, la nieve, el frío, en definitiva aquellos elementos climáticos que sin ser radicalmente extremos, pues ante todo amo la vida, la mayoría de los seres humanos denominan “mal tiempo”. Sumergirse en ellos activa mi creatividad, eleva mi espíritu, y hace aflorar sensaciones completas de libertad. Ante ellos sueño, me encierro en miradas introspectivas, familiares y hogareñas; me hacen disfrutar, sentir, conectan mi ser con lo que probablemente sean nuestros sentimientos más primitivos y por lo tanto más humanos, como son el miedo a los citados elementos, la búsqueda de protección, la lucha por la supervivencia fuera de la metrópoli, donde la disputa se produce siempre por espacio, poder, dinero, bienes, status, en definitiva elementos todos ellos que necesito en su justa medida.
Por esta razón, a todos aquellos que se cuestionen mi sociabilidad, mi gusto por la montaña, la fotografía, la lectura, la contemplación, el pensamiento creativo, el paseo y la conversación, les diré que dejen de preguntarse por las razones que se esconden detrás de mis gustos, pues son razones sinceramente humanas, primitivas, dirigidas a la persecución de objetivos humildes, aunque no por ello menos apasionados, metas de felicidad absoluta.
Mi escritura parte de una base de tiempo robado, la mayoría de las veces descuidado a otras actividades que a su vez son frecuentemente impuestas, y que cumplo quizás en parte por no salirme del guión que adivino preestablecido desde mi nacimiento y por el sentimiento de seguridad que me otorga su realización, al caminar por sendero conocido y no disponer del suficiente valor para emprender el mío propio, como he confirmado en una de las decenas de lecturas que realizo mensualmente (el tiempo que me permite la biblioteca de la ciudad donde resido).
Adoro la lluvia, la nieve, el frío, en definitiva aquellos elementos climáticos que sin ser radicalmente extremos, pues ante todo amo la vida, la mayoría de los seres humanos denominan “mal tiempo”. Sumergirse en ellos activa mi creatividad, eleva mi espíritu, y hace aflorar sensaciones completas de libertad. Ante ellos sueño, me encierro en miradas introspectivas, familiares y hogareñas; me hacen disfrutar, sentir, conectan mi ser con lo que probablemente sean nuestros sentimientos más primitivos y por lo tanto más humanos, como son el miedo a los citados elementos, la búsqueda de protección, la lucha por la supervivencia fuera de la metrópoli, donde la disputa se produce siempre por espacio, poder, dinero, bienes, status, en definitiva elementos todos ellos que necesito en su justa medida.
Por esta razón, a todos aquellos que se cuestionen mi sociabilidad, mi gusto por la montaña, la fotografía, la lectura, la contemplación, el pensamiento creativo, el paseo y la conversación, les diré que dejen de preguntarse por las razones que se esconden detrás de mis gustos, pues son razones sinceramente humanas, primitivas, dirigidas a la persecución de objetivos humildes, aunque no por ello menos apasionados, metas de felicidad absoluta.
2 comments:
Muchas veces me he cuestionado el concepto de "sociabilidad" y sobre todo desde esa perpectiva tan manoseada como es de la "Inteligencia Emocional", y mucho menos como esa sensata "venta" favorecedora de la interrelación social.
La sociabilidad, desde mi punto de vista, es esa capacidad de valorar, con gran exactitud, situaciones ó personas de las que no necesariamente debamos ser sensibles ó participes.
La disyuntiva hacia la consideración racional de ambas posturas nos lleva. en muchos casos.., a un desagradable sensación de llevar "una doble vida".
Feliz Año Nuevo Lampuzo y perfecto tu comentario. Ciertamente llevo doble vida, cambiando constantemente de un registro fingido (profesional) al real (ocio, familia y amistades).
Un abrazo,
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