Tuesday, 31 August 2010

Por Pura Casualidad

Y partí de la ciudad que me vio nacer. Fueron siete años de tranquila infancia, vivida en un pequeño lugar donde todo el mundo se conocía, donde las amistades abundaban, quizá por la facilidad con la que las vidas transcurrían allí. Madrugamos posiblemente en exceso, cargando nuestro viejo coche con mi pequeño perro dálmata, intentando en vano evitar el fuerte calor que a finales del mes de junio es típico del sur de España.

Llegamos a la gran capital pasado el mediodía. El calor era igualmente intenso, y en apariencia nada presentaba una forma distinta a la ciudad de la que salí horas antes, salvo unas omnipresentes señales de tráfico que indicaban constantes posibilidades de cambio de sentido. ¿Acaso los habitantes de esta urbe eran seres torpes que necesitaban corregir su trayectoria con frecuencia? Pensaba en la posibilidad de que mi padre bien por error o por decisión propia se arrepintiera de nuestra marcha y aprovechara una de las miles de oportunidades que Madrid ofrecía para dar la vuelta al destino.

Pero este deseo no se hizo realidad; llegamos a casa, al nuevo hogar, el que rechacé de mala gana durante los primeros meses de estancia. Todo era más antiguo, más reducido, más habitado; el entorno me parecía poco amigable, lejano; allí esperaban nuevas amistades y aquí, como denomino a este lugar tras más de treinta años en el mismo, forjé mi vida pero eso aún no lo sabía, todo estaba por venir. Millones de cosas se presentaban ante mí, completamente nuevas, tal vez amenazantes, por descubrir, y eran pocas o ninguna las ganas que yo tenía por de empezar de nuevo, ya ves, a los siete años, como si hubiera vivido toda una existencia intensa y experimentada, pero para mí así era.

Desde las habitaciones orientadas al norte “disfrutaba” de vistas a la sierra madrileña, y desde mi habitación, orientada casualmente al sur, imaginaba ver mi tierra natal tras las altas y nuevas edificaciones que se alzaban frente a mi ventana. Imaginaba mi Jaén tan cercano. Echaba de menos mis amistades, mi rutina, mi colegio; dicen que a esas edades cualquier cambio mínimo te deja fuera de lugar, y este era a mi juicio un gran cambio con un enorme impacto en mi pequeño mundo.

Tuvieron que pasar exactamente veinte años hasta mi regreso a esa pequeña ciudad. Volví a ver objetos y vivir situaciones que quizá parezcan ridículas al ojo ajeno, pero llenas de contenido para mí, como fueron la pila de mi bautizo, el colegio de los Hermanos Maristas donde estudié, la calle de mi antigua casa, situada en el Gran Eje, nombre que creo ya no pertenece a la misma dirección. A última hora de la tarde me situé frente al portal de lo que fue mi hogar. ¿Sensaciones? No supe describirlas, no creo saber hacerlo en estos momentos. Sí pasaron muchos sentimientos por mi cabeza, muchos quizá de pérdida de tiempo, intentando imaginar qué caminos hubiera tomado de haber continuado con todo lo que abandoné en aquel momento lejano. ¿La meta alcanzada sería ahora mejor? Bueno, distinta en cualquier caso. ¿Qué decir si mis padres hubieran aceptado aquel trabajo en Munich? ¿Viviría ahora en Alemania y estaría unido sentimentalmente a una teutona blanducha y pecosa? Qué cambios se viven día a día, muchos de ellos provocados, ¿verdad? Una relación que funciona y otra que se agota, una decisión laboral, el gusto por una actividad y no otra, estar en ese sitio y no en el contrario en un momento dado y voilá, nada que ver con lo proyectado.

2 comments:

Lola Fontecha said...

Avenida de Andalucía se llama ahora. joder me he metido tanto en tu entrada que me ha parecido verte paseando por Jaén. Un besito Antonio, ha sido un placer leer un poquito de tu vida. La vida da vueltas y nos pone y nos quita de distintos lugares a su antojo. Siempre he pensado que nada ocurre por casualidad que todo tiene una "causalidad" no se, quizá no es así pero ....

Zaloette said...

Gracias Lola por tu aclaración. Espero te haya gustado mi descripción, quizá no tan acertada de Jaén pero sí de mis pensamientos mirando a aquellos momentos del 1977.

Besos. Antonio (Zaloette)