Rüdiger apunta en su prólogo, atendiendo a un comentario que Nooteboom le hizo durante una conversación:
"En el sur de Marruecos, al borde del desierto, en cierta ocasión -me contó Nooteboom"- se sintió invadido por un terrible pavor que le siguió afectando durante muchos años: el repentino terror de pensar que nos agitamos en un vacío sin límites. Diminutos, insignificantes y sin embargo, de un modo escandaloso y ridículo, persuadidos de nuestra propia importancia".
En post anterior escribí mis impresiones sobre este libro, que sin haberme impresionado como lo hizo con Rüdiger, sí debo decir que el comentario que reproduzco arriba lo hizo de forma apabullante.
¿Por qué?
Hace tiempo que intento identificar esos acontecimientos que soy incapaz de nombrar, y que creo se corresponden con crisis de pánico, de distinta intensidad y frecuencia que me bloquean durante instantes. No soy capaz de citar cuándo experimenté la primera, pero puedo calificarla de uno de los peores momentos de mi vida.
Sí puedo traer a mi memoria la vivida en una excursión en el Pirineo Francés, en el verano de 2006, en paseo desde la Hourquette d'Ancizan hasta pasado el Lac d'Arou y regresando a Payolle. Me bloqueé unos minutos, tras ascender una empinada ladera. Montones de pensamientos acudieron a mi mente, de desvanecimientos, muerte súbita, etc. Nada de eso ocurrió, y logré proseguir mi camino una vez tomado el tiempo suficiente para recuperar la serenidad. Sentí auténtico miedo y siempre he luchado por borrar la experiencia.
En el verano de 2009, disfrutado también en el Pirineo, hice una ruta en coche desde La Mongie, pasando por la misma Hourquette d'Ancizan, descendiendo hasta Arreau y regresando por el Col d'Aspin. En este último collado, paré un rato a tomar fotografías del precioso sitio, las increíbles vistas alpinas de los pueblos encajados en estrechos valles, del Midi de Bigorre aún coronado de blanco en su cima y del ambiente de tranquilidad que allí se respira. Pues bien, tan pronto me senté en el suelo, revisando las fotografías, recolocando el trípode para más instantáneas, respirando profundo, abandonando la rutina, expulsando stress y reponiendo mi energía, quedé enamorado de todo lo que veía.
Acto seguido, sentí que estaba sobre la cima del mundo, que éste se movía vertiginosamente, que surcaba el Universo, la Nada, que yo era capaz de sentir esa fuerza, esa increíble velocidad, y me sentí inseguro allí sentado. Me veía a mí mismo como un navegante cruzando el Espacio a toda velocidad, dando vueltas y más vueltas recorriendo la órbita recorrida por la Tierra desde millones de años.
Ahora, más de tres años después, quería registrar este recuerdo, el que no olvido aunque nunca hablo de él, y admito que la lectura de este prólogo me ha empujado a registrar en este post mis líneas de pensamiento.
Es un sentimiento de elevación, de haber alcanzado una cima en la Tierra, de tener la capacidad de observar el Todo desde allí, pero a la vez, es un sentimiento de pequeñez, de no ser ni sentirse nadie, de estar perdido, de no encontrar sentido a nada, lejos de sólo poder afirmar que soy un privilegiado rodeado de enorme belleza, y de creer sinceramente que todo ello debe haber sido creado por Alguien especial.
Si mediante el post coincido con al menos un lector que haya vivido experiencias similares, será un placer contactar con él, una vez veo no parecen ser hechos o sensaciones aisladas.