Tuesday, 15 June 2010

Una Intensa Nevada (Deseada Postal de Invierno)

Frente a mi nuevo hogar disfrutaba de una preciosa vista, desconocida para mí hasta entonces, pues sólo había tenido la oportunidad de ver extensas e interminables hileras de olivos en mis primeros paseos por tierras jiennenses.

Mi horizonte lo establecía la cadena montañosa que se extiende desde el pico de La Maliciosa hasta La Najarra. Mis días acontecían viendo evolucionar el desgaste de los pequeños neveros en verano, fijándome con insistencia en el desarrollo del Ventisquero de la Condesa, y aguardaba con ansiedad, posiblemente como esperaba la llegada de los Tres Reyes Magos, la presencia de las primeras nieves en invierno, y acampaba en el salón, sentado de forma contraria sobre mi silla, para poder ganar estabilidad en los prismáticos mientras los apoyaba sobre el respaldo.

Paseaba la vista por La Maliciosa, siempre nevada en invierno y radiante de bellos colores tintos en primavera. Preguntaba a mis padres por aquellas “estacas” que se elevaban sobre el Alto de las Guarramillas, y a modo de broma me hacían creer que se trataba de esquiadores. Apenas alcanzaba a creer que un día yo sería una de esas figuras haciendo cima en ese Alto.

Pasaban los años escolares, y siempre terminaban las clases de verano a finales del mes de junio. Me disponía con insistencia a dibujar la silueta de la Sierra. Guardaba cada dibujo con ilusión, recogiendo cada pequeña cima que destacaba y llegando a conocer de memoria cada pequeño collado, meseta y prominencia, sin saber qué nombre ocultaban bajo su apariencia divina.

Tardé en acercarme a la montaña, pues mi familia no es precisamente devota de las alturas, y mucho menos del frío y de la nieve, pero la montaña siempre ha ejercido una inmensa atracción sobre mi persona. Desconozco de donde proviene mi deseo de montaña. Mirando atrás, creo imaginar que el mismo pudo surgir durante la nevada del primer invierno que pasé en Madrid, aquel del año 1977, cuando con siete años disfruté de una intensa nevada, bajando de inmediato a la calle en busca de mis amigos y evitando a toda costa pasar el día en el colegio. Era tanto lo que había que disfrutar.

Por aquel entonces mi entorno no estaba en absoluto urbanizado, y a la vuelta de casa se abría un extenso campo, cuyo primer “hito” era una granja. Las posibilidades eran enormes por lo tanto para el juego, y los paseos en la nieve se presentaban imprescindiblemente como una gran aventura, similar en mi mente a los primeros exploradores del ártico, imagen que aún escenifico con frecuencia... falta de madurez que dirán algunos.

Recuerdo a mi padre llegando a casa en la tarde de invierno, y anunciándome, sabedor de mi gusto, a partir de qué punto de la región estaba nevando. Aquel día la nieve estaba literalmente a la puerta de mi pueblo. Yo contactaba desde aquel momento con mis amigos de infancia y tras hacerles llegar la noticia que mi padre me traía, fijábamos nuestra segura cita del día siguiente con la certeza de que la nieve llegaría a casa. Y así era.

He pasado, y sigo pasando, noches enteras en vela asomado a mi ventana, viendo los copos caer, las menos veces desde Madrid, siempre disfrutando de la blanca sábana que poco a poco, muy lentamente, cubre y perfecciona todo lo que el hombre ha creado. Homogeneiza colores, amortigua sonidos, embellece el escenario y tranquiliza mi espíritu.

Algunas veces me he sentado frente a mi ventana, y he contemplado la nieve caer bajo la farola, atravesando su amarillento haz de luz y he imaginado el paseo que tan pronto amaneciera disfrutaría. He visto los primeros trabajadores salir a la calle, y he envidiado su madrugón acompañado de las primeras pisadas en la nieve. He cubierto mi espalda con una manta y me he quedado dormido ante el espectáculo de la nieve.

Otras veces he abandonado mi cama con frecuencia, y me he asomado en La Mongie a mi ventana favorita, pues ha sido en un período breve de tiempo la que más nevadas me ha mostrado por razones obvias. Quería ver la evolución de la nevada, imaginar su espesor, ver trabajar el quitanieves; escuchar su pitido lejano y sus cadenas es sinónimo de una gran nevada y por ende de una fantástica jornada de esquí. He madrugado con ilusión, he fotografiado a los miembros del personal de seguridad, los denominados pisteros, que preparaban bajo una intensa nevada todo lo necesario para asegurar una jornada con peligro limitado de montaña.

El calor aún no aprieta en Madrid, y espero se resista a hacerlo, pero sigo empleando mi tiempo en soñar nuevas jornadas de montaña y nieve en unos meses. La espera es larga, insultantemente comparable a la espera de la llegada de mi hijo, pero ambas esperas merecerán la pena, de eso estoy seguro.

8 comments:

Anonymous said...

Yo estuve en Madrid en invierno bajo la nieve y era tremendo, en verano lo pasé canuta, así que imagino que la mejor temporada será primavera.
Un abrazo,
Serge

Juanma Billala said...

Eres un Makina Antonio!!!!
Me ha encantado tu relato, perooooo...
no cantes victoria aún, a partir de ahora algo va a cambiar en la forma de ver las cosas, o eso creo.
Oye, digo que si alguien nace en temporada tiene muchos boletos para ser esquiador-snowboarder jeje. Cosas mias. Aunque si viene en pre-temporada, tendra los mismos boletos. Creo que venga cuando venga, sera uno de los nuestros.
Un saludo.

Juanma Billala said...

Por cierto. Esto de los blogs es la leche. Cuando has dicho la Maliciosa me ha venido el Pirineo a la cabeza como un estimulo reflejo, sin embargo al de unos segundos he reflexionado y me he dicho..."no...la Maliciosa es un pico de la sierra"
Y es que de leer a sherpa se me ha quedado ese nombre en la cabeza.
Un saludo Antonio.

Zaloette said...

Buenos días Serge,

La verdad es que el clima en Madrid es un tanto extremo, y aunque aguanto bien el frío, el calor me supera todos los veranos. Respecto a la primavera madrileña, sabes que pasamos de 15ºC a 35ºC en horas.

Me voy veloz a tu Blog porque espero tengas nueva foto!!

Un abrazo. Antonio (Zaloette)

Zaloette said...

Buenos días Juanma,

Cierto, eso espero, que el peque, aún llegando en pretemporada, sea un esquiador bueno.

Cierto, La Maliciosa es el pico, en mi opinión más bello, de los que puedo observar desde mi casa.

Como curiosidad, comentar que en un cuadro de Velazquez aparece reflejada al fondo su cima, como se cita en "http://es.wikipedia.org/wiki/La_Maliciosa" y puedes ver en "http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Principe_baltasar_carlos_caballo_Velazquez_lou.jpg.jpg"

Un abrazo. Antonio (Zaloette)

Lola Fontecha said...

Precioso relato Zaloette. El manto de nieve lo embellece todo.

Anonymous said...

Pues es cierto Lola, la nieva yo creo que disimula ciertas "asimetrías" y hace que todo parezca más amable.

Un beso. Antonio (Zaloette)

Anonymous said...

Bruno, felicidades por tu blog. Un saludo. Antonio (Zaloette)