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Tuesday, 6 July 2010

Feel free to do so!

Esta mañana salí a pasear, despreocupado, feliz, sin más pensamientos en mi cabeza que disfrutar de todo lo que me rodea. Estoy de nuevo en Pau, fascinante pueblo al norte de los Pirineos.

Me evadí de casa, de esa habitación donde leo y escribo en un tiempo repartido casi a partes iguales. Dejé la sala de las musas, donde me rodeo de libros apilados en el suelo, sobre mi escritorio, situados en abarrotadas estanterías, a veces creo pensar que concentro el conocimiento del mundo en una única estancia.

Encontré a la portera de mi inmueble, fiel a su estilo de bedel francesa, seria, seca y austera. Aún así, el solo encuentro logró arrancarla un breve saludo, más dirigido al bebé que espero que a mí mismo, pero este mero hecho me alegró. Me resulta satisfactorio, extremadamente amable recibir saludos dirigidos a mi pequeño.

Dirigí mis pasos hacia mi paseo preferido, el Boulevard des Pyrénées. Líneas y líneas de altos árboles se sitúan frente a mí, hasta alcanzar la cordillera, mostrando un enorme y vasto rango de azules filtrados en la atmósfera cálida del verano. Aquí y allá resplandecen parches níveos, e identifico cada pico mientras bordeo el boulevard, casi sin recurrir a la ayuda que la baranda que limita el paseo me ofrece con sus inscripciones nombrando cada relieve del Pirineo.

Continúo con mi paseo, sin pausa pero con paso tranquilo. Hago altos con frecuencia. Miro y remiro mi montaña. Tomo una foto desde mi posición actual. Juego con la apertura del diafragma, la sensibilidad de la película que utilizaré, situo el parasol sobre el objetivo, ajusto el encuadre, separo él visor de mi vista y vuelvo a revisar el paisaje. ¿Qué toma me gustará más cuando regrese a casa? Uno, dos, tres y hasta diez disparos, todos ellos intentos de apoderarme de un trozo del Pirineo, de congelar el momento, la experiencia, prolongar el disfrute más allá del tiempo de exposición. Reviso las fotos, me gustan todas... mal vamos pienso. Mi casa está repleta de fotografías del Pirineo, con y sin nieve, con lluvia, otoñal, invernal, estival y primaveral. Amo ese lugar en cualquier época del año. Siempre guarda sorpresas y paisajes nuevos. Un invierno es tan distinto al anterior.

Alcanzo el Parc Beaumont. Reanudo mi paseo, sigo la senda marcada, me desvío, disfruto de las sombras, múltiples momentos dedicados a la fotografía. Quisiera quedarme a vivir allí, pero no me resulta fácil. Pienso en el futuro. Siempre dejas las mejores opciones para el futuro. Sería bueno hacerlas realidad de forma inmediata. ¡Qué deseos! ¡Tanto por disfrutar! ¡Sueños un día alcanzables, sino ya!

Abandono el parque, disfruto de esta real ciudad bosque. ¡Qué riqueza de paisajes! Regreso por el mismo camino. Son las 10.30. El sol hace ya rato se asomó y superó con creces las cimas pirenáicas. La escena cambia velozmente. Poco tienen que ver las tomas obtenidas hace un par de horas de las que ahora disfruto. Disparo, disparo y vuelvo a hacerlo. No hay CD que me resista, ni tarjeta que lo aguante (2GB, 5GB). Espero que los nipones continúen con su buena labor minimizante y consigan una tarjeta de espacio ilimitado.

Regreso a casa. Hay que empaquetar ropa, algunos libros y partir de nuevo a Madrid. ¿Ganas? Más bien las justas pero me las callo. No quiero preocupar a mi santa con mis cosas. Durante el viaje "negociamos" nuestra prejubilación. Oye, ¿un futuro juntos en Francia? How about we staying together in France? Two happy retireés? Acordamos ese paso. Quizá es sólo una respuesta vana, me acaban de dar la razón como a los tontos pienso, pero casi me da igual. Ya sueño con volver a Pau, adquirir esa vieja granja y disponer en ella de una gran sala con muros de piedra, altos estantes de madera clara repletos de mis libros. Permítanme que deje aquí mi narración. Es tarde, debo continuar con la labor de recogida del conocimiento de mundo, mi pequeña y gran Alejandría.