Wednesday, 10 February 2010

Microrrelatos (la secuela)

Dream come True

Pensaba, pensaba y pensaba, llegando a conclusiones que nunca se atrevía a abordar. Abría un libro de viajes y soñaba en ser su protagonista, y se imaginaba descubriendo paisajes y compartiendo momentos.
Pensaba, pensaba y pensaba, y dormía, dormía y dormía, con el libro a medio abrir sobre su pecho. Apenas amanecía, y despertaba a la fría realidad. Soñaba, soñaba y soñaba.
Esa tarde, de regreso a casa, cerró el libro, abrió su maleta, cargó el coche y realizó, realizó y aún sigue realizando todo aquello que antes sólo leía, leía y leía.

Amor Incondicional

Tarde brumosa, fría, tarde de cine. Llegaron a conocerse ignorando la proyección. Salieron de la sala. Ella le prometió amor incondicional. Él la creyó sin condiciones. Una, dos, tres y hasta cuatro citas antes de iniciar el noviazgo. Ella veía y veía películas, y prometía amor incondicional a todos los incondicionales de ella. Ellos la creyeron sin condiciones. Una, dos, tres y hasta cuatro citas antes de iniciar los noviazgos. Él compró un deportivo gasolina de 510CV. Ella disfrutaba. Todos los incondicionales compraron deportivos gasolina de 510CV. Ella disfrutaba. Él y los incondicionales se conocieron y descubrieron la verdad. Todos quedaron en el Circuito del Jarama con ella, con la excusa de poner el deportivo al límite. Él y los incondicionales tuvieron un accidente en el pit lane, justo cuando ella bajaba del deportivo de él. Todos perecieron, hasta el apuntador.

Estulticia Educativa

Nunca fue un gran deportista, al menos nunca destacó en la práctica de los estúpidos deportes de contacto que su estúpido profesor, otrora locutor de hípica en una detestable emisora de radio, en su infancia le proponía. Así, fracasó al menos en judo, kárate, fútbol, voleibol y baloncesto. Ahora, tras optar libremente por su deporte favorito, probablemente su vocación y sin duda alguna su pasión, esquía en el Tourmalet, haciendo los mejores tiempos en los descensos que se abren ante él.
Moraleja y mensaje para profesores engreídos: no califiquéis a un niño por su poco gusto por unas determinadas actividades, pues siendo impuestas por gusto ajeno, no implican aceptación, y mucho menos formarán parte de la Felicidad de él.
Resultado: ese niño, es hoy un adulto que tiembla ante el mero hecho de elegir educadores (demostrada la estulticia suprema de ellos) para su bebé.

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