Me encuentro con Nogales en Pau, hermosa villa de retiro elegida por él. ¡Le alabo el gusto!
Yo, por mi parte, regreso de disfrutar de unos días de libertad en la montaña, alejado del bullicio de Madrid, jornadas de intenso frío a pesar de ese mes de mayo que corre en el calendario, y abundante nieve en torno al Midi de Bigorre.
Es bien cierto que paso con frecuencia junto a la villa siempre que recorro la A64 camino de Bagnères-de-Bigorre, pero no es menos cierto que un mínimo de veces caigo en la cuenta de presentarme en casa de mi buen amigo.
Compartí con él mis más ajetreados momentos de universidad, de ocupadas salidas nocturnas, mientras realizábamos estudios Teatrales en la Universidad de la Sorbona. Fueron con seguridad los tres años más felices de mi juventud, ahora tan lejos.
Allí, en la soledad de los primeros días de carrera, y apenas atreviéndome a defenderme en el que yo estimaba pobre dominio del idioma nativo, me presentaron a Nogales. Desde el primer momento me pareció un buen tipo, una persona con la que merecía la pena conversar, pasear, y a nuestra temprana edad, con todo aún por descubrir, disfrutar de las experiencias que París nos ofrecía, y que no eran escasas.
Después, mi buen amigo se hundió en la bebida, actividad a la que parecía tener una buena disposición a juzgar por nuestro recorrido juvenil. Fueron gratos momentos de diversión, tremendamente creativos, en gran parte creo, debido al consumo de alcohol que nos hacía sentirnos superiores a cualquier otro ser y que provocaba en nuestras seseras una frenética actividad intelectual.
En esos momentos Nogales escribió algunas de sus mejores obras, como Teoría del Caos, o la inolvidable Sin Perder la Fe, ejemplares que siempre he guardado en mi pequeña biblioteca con gran orgullo.
Ahora, después de años, le encuentro solitario, paseando sin prisa por el Boulevard des Pyrénées, con su mirada perdida frente al sol, astro que juguetea tímido entre las cimas más altas, brillantemente moteadas de nieve tras el crudo invierno.
Acabo de descubrir que los años no pasan en balde, y estos días intento recuperar nuestro tiempo, sabiéndome perdedor en ese vano intento.
Un abrazo desde Pau.