Ayer regresé desde Bilbao a Madrid, en un viaje tranquilo, disfrutando de los paisajes y escenarios que ofrece el norte de España.
Pasé por sitios que no conozco, o al menos que no sitúo quizá por la costumbre de mis viajes en coche, que no te permiten disfrutar del recorrido tanto como el tren lo hace.
Pueblos como Lezama, recorriendo valles, escalando alguna ladera y rozando caseríos, prados, pequeñas granjas.
Al fondo cumbres nevadas, más cercanos algunos bosques aún vestidos de invierno, sombríos, y debajo de esa línea bosque y prado verde, ya vestido de primavera.
El contraste de colores, tremendo.
Vi chimeneas humeantes, valles envueltos en niebla, niños jugar ante el caserío con un perro, familias sentadas a la puerta. Por contra, el destino Madrid, sucia, contaminada, sobre-explotada y aburrida. Vuelta al bullicio de nuevo, aunque con ganas renovadas y el espítiru limpio después de un fin de semana entre árboles, caseríos y paseos al sol.