A la edad de cinco años mis padres me regalaron una bola del mundo, globo que mostraba cada país diferenciando el mismo con un llamativo color, de entre los que, evidentemente, predominaba el azul debido a la gran extensión de los océanos sobre nuestro Planeta.
La bola del mundo estaba atravesada en los dos polos por un eje, que a su vez estaba soportado por un arco de plástico con números escritos en él que marcaban las distintas latitudes.
Ni que decir tiene que uno de mis juegos preferidos era hacer dar giros a la bola terráquea a la mayor velocidad posible, sin que la “órbita” acabara su trayectoria en el suelo de mi habitación, y detener con mi dedo índice el giro, soñando con desplazarme a ese sitio elegido al azar con la misma velocidad con la que había seleccionado el lugar.
Ahora, con Internet como mi herramienta favorita, sigo soñando con esos viajes, apoyándome en el uso de Google Maps (http://maps.google.es/), y descubriendo lugares remotos a los que puedo acceder desde mi habitación con un par de “clicks”, contactando con habitantes de esos lugares, conociendo costumbres, comparando usos, e imaginando nuevas vidas por comenzar.
Y estos fueron mis inicios en el viaje rectilíneo que persigo con ganas.
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